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En tiempos de crisis la manada recurre, evolutivamente, a los jóvenes para el liderazgo. Así ocurrió también en la Transición de la democracia después del franquismo. A nivel político todo el mundo lo recuerda; a nivel social aporto el ejemplo que viví personalmente: a mi regreso a España a mediados de la década de los 70, después de 20 años fuera, acepté la dirección de un servicio de estudios en la banca. En poco tiempo pude constatar cómo los tres presidentes de los primeros bancos del país fueron apartados o absorbidos por otros; no entendían nada de los cambios que estaban ocurriendo en la economía y mercados monetarios, a pesar de su probada experiencia anterior, hasta tal punto que las instituciones implicadas optaron, acertadamente, por recurrir a dirigentes mucho más jóvenes.
Ahora bien, cuando se cumple este proceso y las nuevas generaciones de políticos defraudan a la manada, esta se da cuenta de la inutilidad de haber apartado a los mayores y suele generalizarse una ola de desencanto. Esto es lo que ha ocurrido, muy probablemente, en la actualidad. Las barreras de entrada en el mercado político son casi infranqueables. Es por ello, uno de los sectores en los que resulta más difícil innovar. La mayoría de los ciudadanos se sienten ahora frustrados de que no salgan iniciativas regeneradoras desde dentro del sistema. En esas circunstancias, la acción de los jóvenes es todavía más indispensable. ¿Cuáles son las pautas que se desprenden del proceso de renovación del nuevo pensamiento social?
De forma gradual pero continuada, ir superponiendo a la cultura de división entre derechas e izquierdas -que condujo a la cruenta guerra civil- la división más productiva entre los que están delante de las masas y los que están detrás. Esa tradición heredada, como casi todas las tradiciones, está causando daños irreparables en la cristalización de un nuevo pensamiento social y renovado.
Sigue leyendo en el blog de Eduardo Punset.

Ahora bien, cuando se cumple este proceso y las nuevas generaciones de políticos defraudan a la manada, esta se da cuenta de la inutilidad de haber apartado a los mayores y suele generalizarse una ola de desencanto. Esto es lo que ha ocurrido, muy probablemente, en la actualidad. Las barreras de entrada en el mercado político son casi infranqueables. Es por ello, uno de los sectores en los que resulta más difícil innovar. La mayoría de los ciudadanos se sienten ahora frustrados de que no salgan iniciativas regeneradoras desde dentro del sistema. En esas circunstancias, la acción de los jóvenes es todavía más indispensable. ¿Cuáles son las pautas que se desprenden del proceso de renovación del nuevo pensamiento social?
De forma gradual pero continuada, ir superponiendo a la cultura de división entre derechas e izquierdas -que condujo a la cruenta guerra civil- la división más productiva entre los que están delante de las masas y los que están detrás. Esa tradición heredada, como casi todas las tradiciones, está causando daños irreparables en la cristalización de un nuevo pensamiento social y renovado.
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