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Aunque la presencia de basura flotando sobre la Tierra no es nueva,
su cantidad se ha disparado en los últimos años con la destrucción de
tres satélites que dispersaron miles de fragmentos en la órbita
terrestre. También en años recientes, los primeros avisos han comenzado
a inquietar a las autoridades de los programas espaciales; en marzo de
2007, un Airbus A340 de la compañía Lan Chile que viajaba de Santiago a
Auckland (Nueva Zelanda) se vio rodeado en pleno vuelo por una
aterradora lluvia llameante. Se trataba de los fragmentos de un
satélite ruso fuera de uso, que reentraron en la atmósfera antes de lo
previsto. Hace sólo dos semanas, la Estación Espacial Internacional
tuvo que esquivar los restos de otro viejo aparato. Actualmente se
sigue el rastro de unos 900 satélites activos y de más de 10.000
fragmentos mayores de 10 centímetros, pero los pedazos más pequeños se
cuentan por cientos de miles y, a una velocidad de 22.000 kilómetros
por hora, un minúsculo impacto en un lugar crítico podría ser fatal.
En su próxima misión al telescopio espacial Hubble, el Atlantis escalará hasta una órbita muy sucia, lo que preocupa a los responsables de la NASA y ha reavivado las teorías que avisan de un futuro colapso en el tráfico espacial por el aumento de la chatarra. Pero las agencias espaciales no permanecen cruzadas de brazos. Actualmente se barajan posibles soluciones, como sistemas de control de tráfico, naves robóticas que recojan la basura o incluso un láser instalado en la Tierra para desviar los fragmentos potencialmente peligrosos.
Fuente: Público.
